Los niños resilientes tienen padres que manejan sus emociones. Lo hacen así según una psicóloga

La resiliencia es una cualidad englobada dentro de la inteligencia emocional y nos ayuda a afrontar, superar y reponernos de los desafíos de la vida con valentía

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Anabel Palomares

Editor

Más de una veintena de estudios demuestran de forma unánime que unos mayores niveles de resiliencia se relacionan con menos problemas de salud mental. Los niños resilientes se recuperan mejor (y antes) de las decepciones, y son menos propensos a sufrir depresión o ansiedad. Es una cualidad que los padres buscan inculcar a sus hijos, pero no siempre saben cómo. Esa resiliencia o agallas emocionales como asegura la Dra. Juli Fraga, psicóloga con dos décadas de experiencia, es vital para el desarrollo de su inteligencia emocional y como explicaba en la CNBC, “los niños con agallas emocionales tienen una cosa en común: padres que saben cómo manejar sus propias emociones”. Lo consiguen haciendo tres cosas.

Observan y dan valor a todas sus emociones

Un padre resiliente sabe que no es bueno ignorar las emociones ni reprimirlas. Las emociones no son algo de lo que avergonzarse o que tengamos que esconder. No son una molestia, ni siquiera las emociones mal llamadas negativas. Todas son mensajeros biológicos que nos dicen qué necesitamos y que nos sirven de guía de la misma forma en que lo haría el hambre o la sed: nos ayudan a sobrevivir.

Sin embargo, si nos hacen sentir incómodos, corremos el riesgo de enterrarlas, y la mejor forma de evitarlo es observar qué sentimos y nombrar esas emociones una por una. Podemos hacerlo en voz alta (“Ahora mismo siento…”) o escribiéndolas en un diario emocional. Cuando conseguimos nombrar nuestras emociones, lo primero que ocurre es que validamos lo que estamos viviendo y podemos tomar medidas para sentirnos mejor. Por ejemplo, cuando siento ansiedad y la identifico, lo que hago es salir a dar un paseo.

“Cuando los padres afrontan sus propios sentimientos, los niños aprenden que las emociones son parte de la vida diaria y que son tan valiosas para nuestra salud como el sueño y el ejercicio”, explica Fraga.

En este punto es importante entender que, como decíamos, las emociones no son malas ni buenas a pesar de que unas tengan mejor fama que otras, y es menos probable que los padres juzguen las emociones de sus hijos cuando no juzgan las suyas. Sentir nos hace humanos y las emociones son necesarias, aunque debemos aprender a regularlas. Como afirma la psicóloga Mónica Durazo en una TED Talk, “Las emociones nos hablan, hay que escucharlas”.

Son capaces de regular sus propias emociones

Si pensamos en que a nivel psicológico las emociones son contagiosas, la manera de mitigar el efecto que pueda tener sobre nuestros hijos es aprender a regularlas. Eso no significa que no las sintamos. Necesitamos tener soberanía emocional para procesarlas, digerirlas y regularlas, y aprender a calmar nuestras emociones más potentes es una forma de hacerlo.

Según Fraga, dominar las emociones comienza por conectar con tu cuerpo y para ello podemos hacer un ejercicio de respiración coherente que consiste en inhalar lentamente contando hasta cinco y exhalar lentamente contando de nuevo hasta cinco y repitiendo el proceso durante dos minutos. Esta técnica relajante ayuda a calmar el sistema nervioso y con ello, a aliviar las emociones intensas.

Practican la autorreflexión

Los padres que pueden reflexionar sobre sus propias emociones enseñan a sus hijos a hacer lo mismo. La experta asegura que “nuestras vidas emocionales están informadas por el presente pero moldeadas por el pasado”. Es decir, la forma en que nuestros padres manejaron nuestros sentimientos influye de forma directa en cómo gestionamos las emociones en la edad adulta. Fraga da un ejemplo, “si nuestra angustia fue ignorada o avergonzada repetidamente, aprendemos a evitar ciertas emociones o a criticarnos por sentirlas”. Cuando practicamos la autorreflexión, somos más conscientes de las emociones de nuestros hijos, y evitamos repetir patrones que puedan perjudicar su resiliencia.

Fotos | ketan rajput en Unsplash

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