Roma se ganó el apodo de la Ciudad Eterna, pero eso es porque quien se lo puso no había oído hablar de AirBnb. La capital del mundo antiguo está muriéndose de éxito y la culpa es del turismo masivo. Las calles se han vaciado de vecinos y los romanos han sido sustituidos por turistas, maletas de ruedas y pisos vacacionales. Los números no mienten: en el centro de Roma vive menos gente que en un pueblo.
Según los datos del Municipio de Roma, en el centro histórico de Roma solo quedan 23.000 personas viviendo de forma regular, un 38% menos de habitantes que hace una década. Y en Trastévere, el barrio más encantador y romántico de la ciudad, solo hay 13.000 personas, un 45% menos. Dicho de otra forma: en una de las ciudades más populares y famosas del planeta vive menos gente que en Aranda de Duero.

Decían que Roma sería eterna, pero sus barrios se han convertido en meros decorados sin alma ni encanto, más pensados para agradar y divertir al turista que para el bienestar del vecino. Todo está lleno de tiendas de souvenirs, heladerías de mala calidad y cafeterías cool con tostadas de aguacate. Es el parque temático de la historia.

El negocio del turismo moderno es un monstruo que no respeta nada, que expolia por el beneficio sin pensar en el espacio habitado. Consume ciudades. Ocurrió con Venecia, con Japón y ahora con Roma, dejando cascarones vacíos que no se notan, porque el bullicio del turismo lo disimula.
Según The Times, solo en Roma se estima que el número de alojamientos turísticos ha pasado de los 17.000 de 2021 a los más de 40.000 en la actualidad, muchos de ellos en el centro histórico de la ciudad. El problema es tal que el ayuntamiento de Roma ha declarado abiertamente la guerra a los propietarios, hasta el punto de prohibir las famosas cajas de llaves para realizar el check-in. Mientras tanto, el gobierno italiano intenta regular la proliferación de alojamientos a través de un registro de alojamientos turísticos que ha puesto en marcha este 2025.
Pero no solo está detrás el problema de los alojamientos turísticos. También está el problema del precio de la vivienda y de la compra, desangrando al local hasta que tira la toalla y se marcha a las afueras. Y con él se lleva el encanto italiano. El precio medio de un alquiler en Roma se ha disparado y ya resulta complicado encontrar pisos de dos habitaciones por menos de 1.400 euros al mes.

Que Roma sirva de ejemplo, porque si la capital histórica de Occidente ha caído, ninguna ciudad está a salvo. Es un win-win, los habitantes pueden continuar haciendo su vida en su propia ciudad y los turistas disfrutar de sus encantos y particularidades, de su gastronomía y su cultura.
Fotos | SilverKriss Airline, Adam Kovacs, Lala Azizli y Dagnija Berzina vía Unsplash.
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