Anabel Palomares
EditorLa procrastinación siempre había sido mi tendón de Aquiles. Tiendo a postergar una y otra vez las tareas más sencillas y eso provoca que terminen convirtiéndose en grandes montañas, especialmente en lo que al orden se refiere. Con el fin de terminar con este problema que cada vez me parecía más inabarcable, busqué algún truco que pudiera ponerle freno a esto y ahí apareció la “regla del minuto”. No solo ha conseguido que mi casa esté más ordenada que nunca, también ha provocado que mi productividad aumente.
El efecto de la regla del minuto en mi casa (y en mi trabajo)
La “regla del minuto” está enfocada a evitar la procrastinación de las tareas cotidianas y el término fue acuñado por la experta en felicidad y hábitos Gretchen Rubin. Lo que busca es que cuando tengamos una tarea delante nos preguntemos si es algo que podríamos hacer en menos de un minuto. Si la respuesta es positiva, lo hacemos sin pensarlo dos veces y sin dejarla en la lista de tareas pendientes. Te pongo varios ejemplos sencillos: guardar la taza del desayuno en el lavavajillas en lugar de dejarla en la pila. Recoger la manta del salón después de usarla. Colgar el abrigo en el perchero. Tirar la basura cuando está llena. Contestar un email. Colocar un libro en la estantería después de consultarlo para el trabajo. Todas estas son pequeñas tareas que antes, iba acumulando para hacerlas después. Solo que ese "después" nunca llegaba y mi casa terminaba pareciendo Chernobyl.
Rubin explicaba que al tratarse de pequeñas tareas, ponerlo en marcha y seguir usándolo no era especialmente complicado. “Cumplir con todas esas pequeñas y molestas tareas nos hace sentir más tranquilos y con más energía porque no nos arrastra el peso acumulado de una masa de pequeños e insignificantes deberes", añadía. Lo cierto es que el truco funciona a las mil maravillas y se ha convertido en la clave de dos cosas: el orden en mi casa y mi productividad.
Al ir haciendo las pequeñas tareas y evitando que se acumulen, he conseguido mantener el orden en mi casa de una forma mucho más sencilla y eso afecta a mi productividad. El desorden sobrecarga de estímulos al cerebro, lo que provoca que se reduzca la capacidad de concentración y se genera más estrés. De forma contraria, un espacio ordenado contribuye a la claridad mental y mejora el estado de ánimo, lo que influye positivamente en la productividad. Es más, el orden afecta a la cantidad de cortisol, la hormona del estrés, que tenemos en sangre y las personas con espacios más desordenados presentan mayores datos de cortisol.
Cuando hacemos tareas pequeñas de esta forma, estamos dedicando el grueso de nuestra energía y poniendo nuestro foco en aquellas tareas verdaderamente importantes. Y además mantenemos el orden. No se puede pedir nada más.
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