Las simpáticas lagartijas Pitiusas que un día corretearon libres y felices por Ibiza y Formentera, hoy han tenido que mudarse para sobrevivir. La gentrificación del mundo animal ha llegado y la culpa es de los ricos y excéntricos, que un día quisieron tener jardines mediterráneos muy desubicados en Baleares y terminaron trayendo la casi extinción de las lagartijas.
Las lagartijas Pitiusas vivían felices en Ibiza y Formentera. Estos lagartos forman parte del ecosistema de Baleares desde hace siglos. Son endémicas de Ibiza y Formentera y juegan un papel fundamental en el control de insectos y plagas para proteger cultivos. Sin embargo, desde 2003 han sido desplazadas de su hábitat natural por una nueva especie invasora y ahora ha sido necesario tomar medidas para que no desaparezca.
Los ricos se creen que Baleares es un escenario de sus fantasías mediterráneas. Si el dicho es "a donde fueres, haz lo que vieres" es por algo. Cuando llegas a un sitio nuevo, lo ideal es aprovechar los recursos locales. Pero los ricos y poderosos se creen por encima de todo y querían mansiones y villas mediterráneas de manual. Es decir, con jardines a la española llenos de olivos, algarrobas y encinas, aunque no fuera flora típica de Baleares. El precio de su capricho fue muy alto, pero lo han pagado las lagartijas.
Los olivos de las villas venían con sorpresa dentro. Como no crecían en las islas, los trajeron de Península en 2003. Y llegaron con sorpresa dentro, llenos de serpientes de la herradura anidadas, que se han convertido en una auténtica plaga y se alimentan de la lagartija pitiusa, condenándola a desplazarse a colonias en islotes protegidos por el mar. ¿Qué ocurrió entonces? La serpiente aprendió a nadar para invadir esas otras colonias.

El capricho excéntrico de unos pocos pone en riesgo la extinción de toda una especie. El apetito de estas serpientes es imparable y el gobierno ha tenido que tomar medidas para preservar la existencia de la lagartija. Para ello, se protegieron por ley, clasificándolas de especie vulnerable, restringiendo la entrada de esos árboles ornamentales en período de cría de la serpiente y elaborando un sistema de aviso y captura.
No ha sido suficiente y, para salvar a las lagartijas, hay que sacarlas de allí. Se marchan al zoo de Barcelona, donde se ha iniciado un proyecto de cría de tres poblaciones con "el objetivo de garantizar la conservación de esta especie endémica y preservar la biodiversidad".
Una alegoría de la gentrificación que no podríamos estar inventándonos.
Fotos | Govern de les Illes Balears, Wikipedia.
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